Apertura del Curso “Elaboraciones psicoanalíticas sobre la
Adolescencia”. Hospital Álvarez. Servicio de Salud Mental. Sector Infanto-Juvenil. Abril 2014.
Nuevamente, desde hace 4 años estamos reunidos acá, en el
aula de Salud Mental del Hospital Álvarez,
por la misma causa, participar de un modo u otro en el Curso anual
“Elaboraciones psicoanalíticas sobre la adolescencia”.
La idea es generar un espacio de trabajo, de transmisión y de
intercambio de nuestra experiencia como psicoanalistas.
La clínica del día a día; nuestros pacientes son a su vez, la
causa por la que estamos acá. Digo causa en dos sentidos: como sinónimo de
motivo y en un sentido psicoanalítico, articulado al concepto de deseo, de
objeto causa de deseo.
Consideramos que es imprescindible articular nuestra clínica
con alguna teoría que nos permita pensarla, elaborarla y a su vez nos brinde
las herramientas necesarias para desde ahí, dirigir la cura. Nosotros elegimos
el Psicoanálisis. Y es desde e l gran bagaje teórico que ya existe que intentamos
renovar los concepto, recrearlos a la luz del trabajo cotidiano con nuestros pacientes.
En este caso, la práctica clínica se realiza con pacientes púberes y
adolescentes que consultan en el Equipo de Adolescencia de Consultorios
Externos del Servicio de Salud Mental del Hospital Álvarez, que tienen entre 13
y 18 años.
Es desde ahí, desde la teoría psicoanalítica y con los recursos
que nos ofrece el Hospital público, que ofertamos un lugar .Un lugar para ser escuchados,
para ser alojados. Un lugar diferente a los lugares cotidianos: familiares, escolares,
sociales, deportivos .Un lugar donde transferencia mediante, los jóvenes que
consultan puedan hablar y ser escuchados.
Tan simple y tan complejo como eso. Un lugar donde su palabra
tenga peso y no pase desapercibida, donde su palabra importe, le importe a otro,
en este caso, a un analista.
Nuestros pacientes, púberes y adolescentes lo saben. Saben
que se trata de esto, de ser escuchados. Es por esto, que muchas veces no
quieren venir, llegan molestos, con cara
de me obligaron a venir, con muy pocas ganas de hablar pero en
cuanto pescan de que se trata la cosa,
deciden aceptar el espacio .Aun dándoseles desde la entrevista de admisión la
posibilidad de decir que no, que no van a venir si no quieren hacerlo.
Los pacientes pueden llegar de distintos modos:
1) Derivados por la escuela, por alguna defensoría zonal, por
algún Juzgado, por un médico del hospital o de otro ámbito, por Psicopedagogía,
por el Servicio Social, o por cualquier instancia institucional que considere
pertinente su derivación.
2)”Traídos “por algún adulto responsable ya sea por los padres,
ambos o alguno de ellos, por otro familiar, por un operador o profesional de un
Hogar.
3) También pueden llegar por motus propio, es decir, por
demanda espontanea personal .Porque ellos quieren venir a consultar. Son las
llegadas al Servicio menos frecuentes, pero sucede.
Todos ellos deben pasar por la entrevista de admisión
general y luego por la entrevista de
admisión del equipo al que fueron derivados, primer lugar que ya marca una
diferencia con otras consultas que pueden llegar a realizar en el hospital. Diferencia
dada por el modo en que son escuchados .Desde el principio, se les ofrece decir lo que quieran y lo que “para ellos” es
importante que nosotros, los que supuestamente sabemos, escuchemos. Ya desde
esta primera entrevista se les da la posibilidad de decir que sí o que no a un
posible tratamiento.
En el caso de decir que sí, se iniciará un trabajo tanto del paciente como del analista en cuestión,
para hacer que el tratamiento se convierta en un análisis. Quiero decir con
esto, trabajo de construir un lugar
donde el sujeto de cuenta de su tiempo de constitución subjetiva.
Un lugar donde el sujeto pueda desplegar su padecer , sus
dolores ,sus tristezas, sus miserias , sus proyectos y deseos .El sujeto dará
cuenta a través de su discurso , de sus lapsus , de sus síntomas y de sus
sueños, del modo en que construyó su
subjetividad ,constitución subjetiva que pudo haber sufrido algún punto de
detenimiento ,de traba , de freno que impidió al sujeto continuar solo ,que lo llevó
a pedir ayuda y por eso consulta.
Junto a él ,al paciente en cuestión , un analista que
escucha ,un deseo de analista (no
anónimo) puesto en juego, que está ahí, presente .Sosteniendo, alojando desde
la transferencia a este sujeto que se
entrega a un trabajo de des-cubrimiento y descubrimiento de su ser.
El analista es un recurso imprescindible para que “la cosa
funcione”. Es fundamental para poder operar, que se instale la transferencia.
En la escena analítica, “el analista pinta el cuadro”.
El análisis será una vía
para poder destrabar algo que quedo congelado, detenido, trabajando con el adolescente y muchas veces
con sus padres.
La pregunta por el deseo del Otro toma en la niñez y
adolescencia la forma de “Qué quiere mi madre?”. El modo de responder de cada
sujeto estará articulado con los tiempos de subjetivación de cada quien, con los recursos simbólicos que disponga, con
cómo fue alojado en el deseo del Otro.
El problema es si quedó atrapado en el goce del Otro y como objeto de ese goce, no se le arma ahí
ninguna pregunta. Habrá que empezar a
trabajar desde ahí, en pos de los tiempos de constitución subjetiva, inaugurando
muchas veces un sujeto donde sólo había un objeto atrapado en el goce del Otro.
Los jóvenes que llegan al Servicio se presentan de diversos
modos: con síntomas, inhibiciones, impulsividades, fobias, “ataques de pánico”,
con angustia y con “soledades”.
Quiero destacar esta forma de presentación del padecimiento. El
estado de soledad que comentan estos jóvenes ya en la primera entrevista es
conmovedor. Como respondió una paciente al preguntarle porque viene al
hospital: ”Yo sufro de angustia existencial” y en el despliegue de este motivo
de consulta no hizo más que hablar de la soledad que siente en este mundo, en
su mundo. La imposibilidad de desplegar esta sensación en otros ámbitos le
generaba extrema impotencia y sobre
todo, angustia.
La angustia de estar solos. Ya el poder hablar de esto
provoca un gran alivio a quien lo padece. Y que un analista lo escuche, no es
por supuesto, sin consecuencias. Abre la
posibilidad de hacer algo con eso.
El pasaje de la niñez a la pubertad y adolescencia trae de
todo un poco. Por un lado, todos los cambios físicos, químicos y hormonales que
conocemos. También los cambios que surgen a partir del terreno educativo donde
entran al “secundario”. Uno podría preguntarse secundario de qué? Que hubo
antes? Que fue lo “primario”? Lo que sabemos es que el cambio es grande y
considerado “momento de crisis”.
Cada sujeto se enfrentará, una y otra vez a sus posibilidades
y sus recursos para encarar situaciones nuevas dejando cada vez más lo familiar
y lo conocido para incursionar en nuevos espacios llenos de novedades.
Si bien la circulación social comenzó mucho antes, es en este
momento donde el grupo de pares pasa a tener un valor diferente, un valor
sublime, donde la no inclusión, la no integración al grupo puede ocasionar
consecuencias nefastas. Por ejemplo, no queriendo ir a la escuela, no queriendo
salir de las casas.
Retomando a Francoise Dolto, en “La causa de los
adolescentes”: "…Yo creo que él no le presta a sus palabras la menor atención.
Se la prestaría si fuera uno de sus compañeros quien se la dijera. Pero no los
padres. Los padres, de todos modos,
dejan de ser a sus ojos los valores de
referencia.” (Cap. 1, pág. 12).
Ahora, si bien el grupo de pares, en el mejor de los casos,
pasa a ser el lugar por excelencia donde el adolescente se siente cómodo y con
quienes se identifica, éste no alcanza a cubrir (por imposibilidad estructural)
las expectativas y necesidades de los jóvenes y es frecuente escuchar en
nuestros consultorios que se sienten muy solos.
La adolescencia es también un momento de cambio en relación a
los vínculos familiares, a los lugares que cada uno ocupa dentro de cada
familia, de lo qué se es para mamá y para papá ,de lo que se para el otro y
para los otros significativos para el sujeto.
Adolescencia, momento de separaciones.
Acá es donde quisiera introducir el título del trabajo
“Cortes que no separan”. Para esto haré un brevísimo desarrollo de la metáfora
paterna articulada a los tres tiempos del Edipo y a los conceptos de alienación
y separación introducidos pos Lacan en los seminarios 5 y 11 respectivamente.
Las dos operaciones de constitución subjetiva son la
alienación y la separación. Ambas operaciones permiten articular dos campos
heterogéneos el del sujeto y el del A.
No son progresivas. Son momentos en la vida, en la cura, en una sesión.
Sabemos que el sujeto se constituye en el campo del A. El A
es algo dado, preexiste al sujeto que debe advenir. La alienación es la operación que intenta
responder cómo el sujeto adviene al campo del A, cómo se produce un sujeto.
La alienación, primer momento de constitución subjetiva, da
cuenta de la imposibilidad de una elección .Es imposible elegir entre mi ser y lo que el A dice que soy. Es una
elección forzada. El sujeto está por estructura alienado a la palabra del A.
Por ahí pasa su ser. Es ineludible. El sujeto no puede constituirse sin pasar
por este primer momento de constitución.
Esto viene articulado a una fijación libidinal.
En esta elección hay una pérdida, la del S1 sin sentido que sólo designaba a un
sujeto. Cuando estos S1 se articulan a los S2 de la cadena significante
encuentran un sentido que borra el ser y queda el sujeto dividido.
En el capítulo 17 del Seminario 11 (pág.229) dice Lacan que la
alienación da cuenta de una división fundamental que instituye la dialéctica
del sujeto. Sólo hay sujeto si hay afanisis del sujeto en alguna parte…El
surgimiento del sujeto a nivel del sentido sólo se da por su afanisis en el
Otro lugar, el del Inconsciente”. Ya decía en el capítulo anterior:” La
alienación consiste en ese vel que condena… al sujeto a sólo aparecer en esa
división que he articulado lo suficiente…si aparece de un lado como sentido
producido por el significante, del otro aparece como afanisis.”(Pág.218, Cap.16,
Seminario 11, J. Lacan).
La palabra del A va a
empezar a caer lentamente ya a partir del fort da, cuando el sujeto se
confronta con la castración del A y ya no aparece de un modo tan omnipotente.
También cuando el niño puede empezar a engañar,
a mentirle al A. Pero por una cuestión constitutiva el sujeto no puede soportar
la absoluta caída de la palabra del A hasta la pubertad. Es por esto que Freud en “Metamorfosis de la pubertad”, dice
que liberarse de la autoridad de los padres es un proceso muy doloroso. Por
qué? Porque si bien es liberador en un punto , en otro ya no hay garante de su
ser. Cae la seguridad junto con la palabra del A. El sujeto puede no llegar
nunca a advertir esta alienación salvo que inicie un análisis y comience la
búsqueda de los significantes que lo marcaron.
A partir de la pubertad–adolescencia el sujeto se encuentra
en condiciones de acceder al segundo momento de la constitución subjetiva, la
separación.
En la operación de separación se produce una intersección a
nivel del deseo del sujeto y del deseo del A. Es imprescindible la condición de
la presencia del deseo del A como A deseante y no sólo como A significante.
El sujeto ataca la cadena, crea el intervalo, le hace falta
al A para ver qué lugar ocupa en su deseo. El fantasma será la respuesta al ¿Qué
me quiere?
Dice Lacan: “En los intervalos del discurso del A surge en la
experiencia del niño algo que se puede detectar en ellos radicalmente-me dice
eso, pero ¿qué me quiere?....Allí se arrastra, allí se desliza, se escabulle,
como el anillo del juego, eso que llamamos deseo .El sujeto aprehende el deseo
del A en lo que no encaja, en las fallas del discurso del A”.(Pág. 222, Cap.16,
Seminario 11, J. Lacan).
El sujeto puede tomar
los significantes que le vienen del A pero despojarlos del sentido que el otro
le dio articulando estos significantes a su propio deseo. Desplazamiento del
sentido, puede haber una nueva significación.
La separación da cuenta de la separación del deseo del otro,
la posibilidad para un sujeto de poder adquirir su propio deseo. La separación
es del efecto afanísico de la alienación del A del significante.
Hablar de constitución del sujeto implica hablar de un sujeto
que se construye a través de tiempos lógicos necesarios que se desarrollan un
tiempo cronológico. En la niñez y en la
adolescencia nos encontramos con operaciones efectuadas, con operaciones
detenidas o bien asistimos a la conformación de la constitución subjetiva y al anudamiento de la estructura en el
análisis.
Lacan plantea en el Seminario 5, que la operación de la
metáfora paterna operación de sustitución que permitirá al niño dejar de ser el
falo de la madre para pasar a tenerlo y
que dará lugar a la significación fálica, se desarrolla en tres tiempos.
Brevemente, en el primer tiempo la función del padre se
encuentra velada. El niño está en posición pasiva siendo el falo de la madre.
La relación del niño no es con la madre sino con lo que ella desea. Dice Lacan:
“El niño se identifica en espejo con lo que es el objeto de deseo de la madre. Es
la etapa fálica primitiva, cuando la metáfora paterna actúa en sí, al estar la
primacía del falo ya instaurada por la existencia del símbolo, del discurso y
de la ley”. (Pág. 198 Cap.10, Seminario 5).
Lacan nos dice que el
niño es un súbdito sometido al capricho
de la ley incontrolada de la madre. Dice Lacan: “El niño empieza como
súbdito…porque se experimenta y se siente de entrada profundamente sometido al
capricho de aquello de lo que depende.”(Pág. 195, Cap. 10, Seminario 5).
En un segundo tiempo, tiempo nodal, la función del padre ya
no está velada sino que es un padre privador e interdictor. Prohíbe doblemente
al niño de su madre, “No te acostarás con tu madre” y a la madre del niño, “no
reintegraras tu producto” soportando la ley de la prohibición del incesto. Dice
Lacan: “El estrecho vínculo de esta remisión de la madre a una ley que no es la
suya sino la de A, junto con el hecho de que el objeto de su deseo es soberanamente
poseído en la realidad por aquel mismo A a cuya ley ella remite, da la clave de
la relación del Edipo…Su carácter decisivo es la relación no con el padre, sino
con la palabra del padre:” (Pág. 199, Cap. 10, Seminario 5).
Es decisivo la relación que tiene la madre con la palabra del
padre ya que es ella quien debe establecerlo como quien dicta la ley, ley que
ya no es la suya, sino la ley del A encarnada en la función del padre.
En un tercer tiempo, el padre es un padre donador. Es
importante que tenga lo que prometió, debe dar alguna prueba de que él tiene el
falo y que no lo es. Dice Lacan: “Interviene en el tercer tiempo como el que lo
tiene y no como el que lo es y por eso se reinstaura la instancia del falo como
objeto deseado por la madre y no ya solamente
como objeto del que el padre puede privar.” (Pág. 199, Cap. 10, Seminario
5).
El padre puede darle a la madre lo que desea porque lo tiene.
El padre interviene como real y potente . Es el tiempo de la identificación del
niño al padre, guardando en el bolsillo
los títulos donados para hacer uso de ellos más tarde con otra mujer que no sea
su madre. Dice Lacan:”…Él también puede llegar a ser alguien, tiene sus títulos
en el bolsillo y llegado el momento, si las cosas van bien, si los cerditos no
se lo comen, en el momento de la pubertad tendrá su pene listo, con su
certificado-Aquí tienen a papá, que me lo concedió en la fecha requerida.”(Pág.
175, Cap. 9, Seminario 5).
El padre se manifiesta en el acto del don. Este es el tiempo
que permitirá la salida del Edipo. Dice Lacan:”En la medida que el padre se convierte,
de la forma que sea, por su fuerza o por su debilidad, en un objeto preferible
a la madre, puede establecerse la identificación terminal”. (Pág. 177, Cap 9,
Seminario 5).
Resultado de esta
operación de la metáfora paterna se inauguran las sustituciones propias que produce
la significación fálica. Dice Lacan:”Así es como puede ser franqueado el tercer
tiempo del complejo de Edipo, o sea la etapa de la identificación en la que se
trata para el niño de identificarse con el padre como poseedor del pene, y para
la niña de reconocer al hombre como quien lo posee”. (Pág. 202, Cap. 10,
Seminario 5).
Luego de este breve desarrollo en relación a la constitución
del sujeto en el campo del A articulando la operación de la metáfora paterna
con los conceptos de alienación y separación,
volvemos al título del trabajo "Cortes
que no separan”.
En la pubertad y la
adolescencia es el tiempo del
cuerpo donde la pulsión se presenta excesiva y traumática. La insistencia de la
pulsión implica angustia y desorganización.
Lo pulsional requiere de un gran trabajo psíquico. Las
palabras, que muchas veces debemos prestar a nuestros pacientes, apaciguan la
ebullición de lo pulsional ayudando a enlazar en un discurso lo que viene
sucediendo a otro nivel. Es el despliegue de la palabra lo que articula la pulsión a significantes y es desde ese
lugar simbólico que podrá hacerse algo con eso.
Muchas veces la mostración en lo Real de estos adolescentes
es tan obscena que poder velar ese real es fundante para comenzar un análisis.
Llega a la admisión una joven de 17 años que sufre por no poder dejar de
cortarse. Dice : “Hacía 2 meses y 23 días que no me cortaba y tuve un problema
con mi mama y tuve una recaída. Me despertó gritando otra vez Fui al baño y me
corté .Eso me alivió”.
En esta viñeta vemos cómo es en lo Real donde se
produce un corte que debería realizarse en otro nivel. La paciente refiere que
en general se corta después de discutir con su madre. Esto sucede desde hace 4
años.
En posteriores entrevistas dirá que también se
corta cuando su pareja “le corta” y cuando sus amigas se pelean con ella (“le
cortan el rostro”).
Es interesante escuchar el modo en
que plantea el cortarse casi como una adicción a las drogas,” tuve una recaída”,
frase que nos remite a un modo de goce en particular donde el sujeto no puede
tramitar la angustia que lo invade más que provocando la introducción en su
cuerpo de algo, que lo “alivie”.
La elección de una pareja homosexual
por parte de la joven sumado a la percepción de la paciente de no ser la
elegida de su madre, producen permanentes enfrentamientos entre ambas
generando momentos de una importante
tensión agresiva y excitación difícil al menos para la paciente, de tramitar
encontrando el “alivio” cortándose el cuerpo( brazos ,piernas).
A partir de todo lo expuesto son
varias las preguntas que podríamos hacernos en relación a la constitución
subjetiva de esta paciente.
Pensar en cómo se tramitó la metáfora
paterna, a qué tiempo de constitución ha llegado, que ley reguló y regula la
ley caprichosa de esta madre, a qué significantes se encuentra alienada esa
paciente, qué lugar ocupan estos “cortes “en el cuerpo de esta paciente, qué
lugar ocupa en el deseo del A, que lugar
encontró para el despliegue de su deseo, hasta donde podemos hablar de un
sujeto separado del A en vez de un objeto condensador del goce del A.
Lacan nos enseña que el analista debe
oponerse a que el niño sea condensador de goce para la madre, a que el cuerpo
del niño sea lo que responde al objeto a.
Colette Soler nos dice en “Qué se
espera del Psicoanálisis y del Psicoanalista?”, que la angustia es el afecto
que se produce cuando el sujeto se percibe como reducido a un objeto enigmático
para el A, por eso condensa los elementos imprescindibles de la destitución
subjetiva: el hecho de saber que lo que se es se reduce a un objeto para el A.
Sabemos que el sujeto es efecto del
lenguaje, de la cultura y del inconsciente y que para el Psicoanálisis no es a
partir de un síntoma o de un acto que se puede realizar un diagnóstico de estructura.
Es fundamental la relación del sujeto con la palabra.
Siguiendo a Lacan en los Escritos:
“Es el deseo del analista el que en último término opera en el psicoanálisis”.
Es el deseo del analista como lugar vacío el que podrá alojar al sujeto
dividiéndolo.
Los conceptos de transferencia, de
constitución subjetiva y deseo del analista orientan nuestra práctica tanto con
los niños, como con los adolescentes y los adultos.
En la adolescencia en particular las
intervenciones deben ser muy delicadas en el sentido de impedir o favorecer el
proceso de subjetivación .Es una época en la que se reeditan y resignifican los
vínculos edípicos, la identidad sexual y en tanto se dejó la latencia, la
pulsión compulsa hacia conductas impulsivas con dificultades en la
mediatización.
La apuesta es con cada paciente, cada
vez reinventando el psicoanálisis en nuestra práctica cotidiana. Cada analista
con su estilo y con el texto de cada paciente en particular.
Para terminar retomo a Lacan “El
beneficio principal que se puede extraer de una reunión como ésta es el de
instruirse, en resumen es el de darse cuenta de que no sólo hay el modito de
cada uno de revolver la ensalada.”(Jornadas de la Escuela, 1977).
Adriana Nisenbaum
Contacto: adrinis@hotmail.com / 1558186352
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