CUERPO EN EXCESO

“Cuando el individuo, a medida de su crecimiento, se libera de la autoridad de sus padres, incurre en una de las consecuencias más necesarias aunque también una de las más dolorosas que el curso de su desarrollo le acarrea...” 
Freud S.(1907): La novela familiar del neurótico

CREENCIAS
1.
Durante el ritual, los mayores de la tribu se quitan las máscaras y se dan a conocer. Provocan con este acto una conmoción en los niños, que creían hasta ese instante en la existencia de los espíritus. Se les da a saber, mediante este ritual de iniciación, que esos espíritus no son tales, sino que eran sus mayores ocultos por máscaras (La otra escena[1]). Sorpresa y  conmoción. La creencia vacila.
Manonni relata este ritual hopi para explicar que toda creencia necesita ser soportada por otro. De este modo invierte la dirección: son los niños quienes sostienen la creencia de los adultos, que sin el engaño a los niños, máscaras mediante, no podrían mantener sus propias creencias. Entonces, el engaño a los niños mantenido hasta el ritual de iniciación, es un elemento determinante, necesario para sostener la credulidad... de los adultos. Es el concepto de renegación (Verleügnung) el que explica la permanencia de las creencias.[2]
La primera creencia mágica es la creencia en la existencia del falo. A pesar de haber descubierto la castración, “aun así”, el niño continúa creyendo que la madre posee falo. Esta creencia será el modelo, la matriz de todas las transformaciones sucesivas de las creencias.
Manonni relata que los niños, al dejar de sostener la creencia de los adultos,  pasan ellos mismos a disfrazarse, para hacerles creer a los otros niños la existencia de los espíritus de la tribu. En este sentido hay un pase; un movimiento que comienza cuando el niño le sostiene al adulto su credulidad, y finaliza como crédulo que necesitará de otro niño.  Adulto es aquel que sabe que los espíritus no existen, pero “aun así” su creencia permanece alienada en los niños. 
2.
En La Lección 34 [3] hemos encontrado una indicación de sumo interés para la práctica psicoanalítica con niños: “No hemos vacilado en aplicar la terapia analítica a aquéllos niños que mostraban síntomas neuróticos inequívocos o aparecían en vías de una evolución indeseable del carácter.”
Advierte, además, la aporía de los educadores: “es imposible dejarle al niño la libertad de seguir sin restricción alguna sus impulsos, les haría éste imposible la vida a sus padres y acarrearía además a los niños graves perjuicios. La educación tiene forzosamente que cohibir, prohibir y sojuzgar, pero este sojuzgamiento de las pulsiones trae consigo el peligro de la enfermedad neurótica, el poderío de una constitución violenta de las pulsiones nunca lo podrá suprimir la educación.” - No hay salida. Con mucha prohibición o sin prohibición, la sexualidad es traumática -.
Agrega: “El análisis de los maestros y educadores parece ser una medida más eficaz aun que el análisis de los niños y además menos difícil de llevar a cabo. Sabéis que nunca fui muy entusiasta de la terapia. Tiene sus triunfos y sus descalabros, sus dificultades y sus indicaciones”.
Un analista que decide tomar a un niño o a un púber en análisis, es porque ha concluido, a partir de las entrevistas (tiempo de comprender), esa indicación. Esta conclusión no ocurre por fuera de lo que se ha escuchado en las entrevistas con los padres. Negarse a atender a un púber podría resultar, en alguna ocasión, un acto que ahorrará desgastes inútiles, y que podría abrir nuevos interrogantes para quienes consultan.
En este sentido, contemplar las vicisitudes de las creencias, su sostenimiento, o su caída, es fundamental. ¿Cuál es el lugar que ocupaba el niño respecto de éstas y qué es lo que se ha arruinado con la llegada de la pubertad - con la eyaculación, con la menarca -?
Cuando Freud afirma que no ha vacilado en aplicar la terapia analítica a aquéllos niños que presentan síntomas neuróticos “inequívocos”, es porque escuchó quién padece. Una decisión. Lo inequívoco es la certeza del analista, de que el padecimiento es del niño o del púber, y sólo secundariamente de los padres.
3.
Rechazos y negativas de los púberes a las indicaciones de los padres, suelen ocurrir cuando la autoridad se les presenta descarnada. No es sólo la autoridad de quien ordena o la autoridad derivada del poder, sino la relación que establecen con las palabras de los padres (amados, idealizados). En una de las reuniones de los Miércoles, Freud interviene diciendo que la relación del chico con la palabra de los padres es traumática porque son los padres quienes transmiten la lengua. Le han enseñado a hablar y con las palabras, cree que le han enseñado también, los pensamientos. Su autoridad residiría en que el chico cree que ellos conocen, saben sus pensamientos.
Recordemos que el uso de la palabra "autoridad" remite a alguien que sabe de eso - es una autoridad, se dice - por lo tanto “liberarse de la autoridad de los padres” es concluir que ellos ya no saben, que entonces no lo sabían (a él), no conocían los pensamientos (de él). Ni siquiera saben lo que ellos mismos piensan.
No sólo han brindado pruebas de este desconocimiento sino que además los hijos comprueban que sus padres no están a la altura de sus palabras, de sus dichos. Sus enunciados no coinciden ni con las enunciaciones ni con sus acciones. Padecen síntomas.
En el epígrafe citado al comienzo, Freud afirma que es doloroso liberarse de la autoridad de los padres. Quizás, lo doloroso es dejar de ser soporte de la creencia de los padres. El dolor es tanto para el niño, que ya no lo es, como para los padres, que ya no lo tienen.
La creencia que quizás permanecía coagulada, fijada, vuelve a vacilar en el momento en que irrumpe el desarrollo sexual. Ese cuerpo que vivía ilusoriamente ajustado a esas creencias, que había sido latente, ahora late en otra dimensión en la que resalta el desajuste y la disarmonía, entorpeciendo con sus movimientos - fuera del territorio familiar - la “procustiana” [4] adecuación a la ilusoria ecuación cuerpo = falo.
El inicio de la eyaculación (des)ubica al  varón en una experiencia inédita, la sensación del orgasmo vendrá acompañada de esa sustancia nueva de la cual tampoco tenía experiencia, que lleva consigo el riesgo de la reproducción. Se impone una equivalencia entre satisfacción - orgasmo (pequeña muerte) - reproducción (que lleva a la muerte, es decir a la castración).


INMADUREZ

“No sabía a quién pertenecía: si a los que me respetaban  o a los que me trataban de mocoso.” Ferdydurke - de W. Gombrowicz
1.
En la novela Ferdydurke[5], de W. Gombrowicz, el autor formula una tajante oposición a la categoría de la buena forma, de la forma acabada, desde lo que podríamos llamar un elogio a la inmadurez.
La inmadurez, nos transmite, es sinónimo de vida, de absurdo, de desmesura y barroco, mientras la madurez lleva a la fosilización, en definitiva a la muerte. Exhorta a los jóvenes a liberarse de las formas.
“Hay todo un mar de juicios que te definen, juicios de empleadas, de primas de abogados, de publicistas, de esposas de médicos; juicios que te crean en el alma de otro hombre, es como si uno naciera en un millar de almas estrechas”[6].
El héroe de la novela escucha atentamente en el colegio, los diálogos de sus compañeros; de quienes están cerca de los 12 años, con sus caras apasteladas y sus movimientos vacilantes, escucha que el tema principal de sus conversaciones es sobre los órganos sexuales; en cambio, para quienes se acercan a los 20 el tema excluyente es el de las relaciones sexuales.
Con J.Kristeva[7] rechazamos la idea de que la adolescencia es una categoría de edad. Propone llamarla “estructura psíquica abierta”, porque se renuevan identificaciones y se cuestionan otras. Se trataría de una estructura de crisis, opuesta a otras en las que se supone una estabilización lograda. Le otorga a los habituales ejercicios de escritura en los adolescentes un lugar de práctica semiótica, un complemento fálico para organizar lo psíquico y apropiarse narcisísticamente del cuerpo.
2.
El despertar de la pubertad cuestiona lo logrado hasta el momento, lo ya identificado. Hay un intento paradojal, dificultoso, de apropiarse del cuerpo, que desde las zonas erógenas y del despertar sexual, se sustrae incesantemente a ese intento. Cuando irrumpe el sexo (exceso) y los jóvenes intentan relacionarse con otros, surge la desmesura y la angustia (defecto).

MASTURBACION

1.
La masturbación es el instrumento para tener un cuerpo propio, para dominarlo. Sin embargo, este instrumento puede derivar en exceso y  compulsión; formar parte de lo indominado, de lo endemoniado, de lo que se impone excediendo la gratificación narcisista anhelada. La búsqueda compulsiva de gratificaciones narcisistas (masturbatorias) la pensamos como un intento renegatorio, de afirmación de una supuesta integridad -fálica- del cuerpo frente al desacople con que amenaza el inminente acoplamiento.
Los defectos de sus virtudes -nocividad- y las virtudes de sus defectos -utilidad-  así llama Freud a esta doble faz de la masturbación.
Desde el caso Juanito sabemos que la irrupción de la genitalidad (falicidad) desordena la -buena- forma adquirida del cuerpo. Con la llegada de la pubertad el órgano fálico rompe - nuevamente - la imagen, y en el intento de hacer uno en la relación sexual, encuentra desproporción y angustia; exceso y defecto.
La buena forma - forma del círculo donde coincide el centro con el centro - no coincide con la esencia palpitante de la vida.

 

RELACION SEXUAL

1.
El despertar de la pubertad utiliza el material somático y psíquico ya existente: la elección de objeto ya fue efectuada a pesar de “no tener con qué” acceder al objeto. El desarrollo del yo y sus objetos no coincide con el desarrollo libidinal. Es a destiempo. Hay una excitación precoz del cuerpo, una constitución tardía del yo, una elección anticipada de objeto, y un cuerpo que responde sólo fragmentariamente, es decir, con sus zonas erógenas.[8]
En la pubertad aparece una “intensa emoción erótica psíquica”, que intenta unificar los procesos somáticos y psíquicos que marchaban hasta ese momento inconexos. Esta intensa emoción no sólo está en relación a la maduración biológica del cuerpo, sino también a la relación que el púber establece con los juicios de los otros, con los otros cuerpos, con nuevas miradas que sitúan al cuerpo en otro lugar, ya no tan familiar. Encuentro con una falla que a los gritos denuncia lo inmaduro, lo informe que incesantemente aparece en las citas con la castración.[9] El otro cuerpo es el terreno del desencuentro sexual, de la descomposición de una anhelada unidad, cuerpo de donde parten y al que se envían señales de angustia.[10]
2.
En El Estadio del Espejo (1948) Lacan subrayaba la tensión original entre la realidad del cuerpo, la inmadurez y la Imago ideal que el cuerpo asume por identificación especular con la imagen anticipada. La relación entre el cuerpo y la imagen es asintótica, no coinciden. Nunca coincidirá plenamente la imago con la realidad del cuerpo. Las zonas erógenas, bordes del cuerpo, hacen fracasar el intento de esta imago de representar al cuerpo en su totalidad.
La llegada de la madurez sexual paradojalmente llama a la inmaduro que cuestiona lo acabado. Una repetición de la tensión entre la inmadurez y la buena forma (imagen narcisista).
El material somático y psíquico ya existente, no puede asimilar lo nuevo: el desarrollo sexual, porque no sutura la separación entre el cuerpo y la imago, ni la distancia entre el goce esperado y el alcanzado, con el cuerpo “propio” ni con los otros cuerpos. La satisfacción, a pesar de la adquisición de la función sexual, no deja de ser parcial.
La corriente unificadora sexual fracasa en lograr la representación de toda la sexualidad humana, así como el yo fracasa en su intento de olvidar los agujeros de las zonas erógenas.
3.
El Complejo de Castración es la marca de la distancia entre el cuerpo y su imagen (fálica-amable), es el responsable de la sustracción del cuerpo al goce materno. Esta  operación no implica que se disponga de ese goce ni de ese cuerpo arrancado al cuerpo materno.[11] Ubica al sujeto exiliado del cuerpo materno, pero a su vez, lo exilia del “propio” cuerpo; le hace perder lo que nunca tuvo, porque el cuerpo se constituye en una ecuación cuerpo = falo, que lo somete a una pérdida de propiedad. Al separar al goce del cuerpo, la castración impide habitar al goce como en la propia casa, lo  reduce a territorio extraño en los síntomas. En este sentido, la constitución del síntoma es equivalente al modo de constitución del cuerpo. Ambos, cuerpo y síntoma, síntoma (en el) y cuerpo, son extraños, funcionan como cuerpos extraños. Territorios extra territoriales. Cuerpos infiltrados.
El planteo lacaneano de el síntoma o lo peor sostiene que si hay constitución del síntoma habrá un goce mitigado, sustitutivo, que converge con una función restitutiva, que limita a la palabra y al goce del Otro. Si no lo hay habrá lo peor: un goce cuyo único color sea el sacrificio.
Es justamente a partir de la pubertad que suelen irrumpir síntomas que antes estaban... latentes.

Daniel Rubinsztejn
Contacto: drubinsztejn@gmail.com

 


Referencias



[1] Manonni O.(1979): La otra escena - claves de lo imaginario. Ed. Amorrortu. Bs.As.
[2] Manonni, igual que Freud, generaliza el mecanismo de la renegación, y no lo reduce a un mecanismo propio de las perversiones. Si hay creencia habrá renegación.
[3] Freud, S. (1932): Incertidumbres y Críticas, en "Nuevas Aportaciones al Psicoanálisis". O.C. B. Nueva Madrid.1948.
[4] Procusto, un personaje mitológico, permanecía en el camino interrumpiendo el paso de los viajeros, obligándolos a recostarse en un lecho. Si el viajero era más largo que el lecho, le cortaba las piernas, en cambio, si era más corto, lo estiraba. Imponía una adecuación violenta.
[5] Gombrowicz, W.(1963): Ferdydurke. Sudamericana. Bs.As.
[6] Gombrowicz ,W.(...): Ferdydurke.............
[7] Kristeva, J.( 1995): Las nuevas enfermedades del alma. (pag.129).E. Cátedra. Madrid.
[8] El desarrollo bi-fásico,  dos períodos de florecimiento interrumpidos por la latencia, nos habla del destiempo de la sexualidad. No hay una línea continua.
[9] “La castración es el fallo hecho al goce de la unión sexual.” J. Lacan: Seminario del Acto- Inédito.
[10] En Más allá del principio del placer Freud indica que la diferencia entre los seres unicelulares y los pluricelulares es que los primeros se reproducen por división y no hay resto, es decir cadáver, en cambio los otros tienen órganos especializados para la reproducción (lo que irrumpe en la pubertad); estos órganos anuncian la muerte. El órgano fálico augura con su detumescencia, que el cuerpo es mortal. En la “relación” sexual se conjugan sexualidad, angustia y muerte.
[11] El complejo de castración inscribe la alternativa ser - tener, como ni ser ni tener.